Solón se encontraba pintando dos murales en las paredes de su taller cuando la muerte le dio alcance. Uno era de carácter autobiográfico y otro sobre la hoja de coca. Ambos murales quedaron están inconclusos.
El artista hizo varias modificaciones en su taller para la realización de estos murales. Tapó algunas puertas y ventanas, colocó varios paneles en forma de zigzag y volvió circular el pilar central de su taller para pintar un Quijote pintor de espaldas y un Quijote indignado de frente.
Solón empezó pintado la historia de la hoja de la coca desde tiempos pre-coloniales, para luego destacar que la expansión del consumo de hoja de coca se dio con la conquista española para explotar la plata del cerro rico de Potosí.
En el mural sobre la hoja de coca encontramos varias imágenes de denuncia del narcotráfico. Las mafias son invisibles para muchos, pero no para el Sol de Piedra, que está representado por una máscara de bronce con los labios cocidos. Solón considera que la función del muralista es pintar aquello que el Sol de Piedra registra pero que no puede comunicar. De ahí el diálogo entre el Quijote pintor y el Quijote indignado con el Sol de Piedra.
En el techo, el artista pintó el puente entre el viejo y el nuevo continente construido con esqueletos de indígenas que murieron en la mina de Potosí. El color verdoso de los esqueletos es una alusión a la presencia de la savia de la coca en sus organismos.
El mural inconcluso sobre su vida fue primero esbozado en la pared y luego cubierto con paneles a los cuáles traspasó los dibujos que estaban sobre el muro. Casi ningún fragmento del mural está concluido. Cuando Solón falleció se encontraba poniendo una base de piroxilina y aserrín para dar textura y evitar el brillo de la pintura.
El mural autobiográfico empieza con la imagen de la torre del reloj de Uyuni y los dibujos que les hacía su padre en los cuáles escuchó por primera vez hablar del Quijote. Después está la representación de la muerte de su madre. Mas adelante hay una imagen de su “primer mural” cuando de niño hizo un dibujo en la pared de su hermana Sara. Al lado está la imagen de su hermano Goyo reproduciendo un billete de 20 bolivianos para mostrar lo que es ser un buen artista.
En el siguiente muro, Solón empezó a dibujar el impacto de la guerra del Chaco sobre su infancia. Esta parte del mural ha sido totalmente descubierta de los paneles que lo cubrían para mostrar como era el dibujo original sobre el muro. Mas adelante encontramos su paso por el internado del colegio Sagrado Corazón, y su disyuntiva entre dedicarse al violín ó a la pintura.
Abajo hay once de autoretratos de Solón en diferentes momentos de su vida, desde adolescente hasta viejo, terminando en su propio esqueleto. Aquí se encuentra la mariposa de colores que nació cuando su nieta manchó el mural durante la filmación de la película sobre su vida que también quedó inconclusa.
Una piedra que cuelga de una vela simboliza la extrema pobreza en la que vivió cuando fue becado en la Escuela de Bellas Artes de la ciudad de La Paz. Mas adelante está la representación del accidente de avión que sufrió cuando estudiaba en Santiago de Chille, y su larga recuperación en la cama número ocho del hospital de Santa Barbara de la ciudad de Sucre.
En el siguiente muro encontramos un Tupac Katari envejecido que continúa aguardando su retorno. Le siguen una serie de imágenes sobre la revolución de 1952 y sus primeros murales. Al lado está la figura del dios griego Anteo que es el nombre del grupo de artistas, poetas y fotógrafos que formó durante esos años en Sucre.
La siguiente pared está dedicada a la detención, tortura y desaparición durante la dictadura de Banzer de José Carlos Trujillo Oroza, hijo del primer matrimonio de su esposa Gladys. Este es un homenaje a la madre que nunca dejó de buscar por 40 años a su hijo desaparecido.
Su mural autobiográfico termina con las manos encadenadas del artista comprometido.
En su taller encontramos un muro en blanco en el cuál Solón quería pintar la crisis ecológica del planeta.