Néstor Taboada Terán

Yo, adolescente aún, leí ‘La Vuelta al Mundo de un Novelista’, de Vicente Blasco Ibáñez y vivía maravillado con el recuerdo permanente de aquellas sus experiencias -me dice Walter Solón Romero en su casita solariega de Miraflores de La Paz-, y hasta que yo también viajé y viví las mismas emociones del escritor español.

Entre todos los intelectuales bolivianos, podemos afirmar, sin temor, que Walter Solón Romero es el que más conocimiento tiene del mundo exterior. Últimamente. becado por la UNESCO, estuvo nueve meses fuera del país, visitando Estados Unidos, Honolulu, Japón, Hong Kong, Bangkok, Jakarta, India, Goa, Pakistán, Egipto, Sudán, Jerusalén, Grecia, Italia, Francia y España. Salió de Bolivia en junio del año pasado y en febrero de 1964 retornó. Anteriormente había viajado por Alemania, Unión Soviética, Suiza, Checoslovaquia, Austria, República Popular China, Brasil y otros países.

Actualmente ocupa la Dirección Nacional de Artes Plásticas del Ministerio de Educación y B. A. y se trata de una personalidad vigorosa consagrada a la cultura boliviana.

Es sin duda el primer muralista de Bolivia. Comenzó sus estudios en La Paz en 1939 en la Escuela de Bellas Artes y prosiguió en Sucre en la Escuela Nacional de Maestros. Su labor de creación artística comenzó en Santiago de Chile, al lado de los maestros Augusto Eguiluz y Laureano Guevara. Época en que los jóvenes pintores (José Venturelli, Gabriel Bracho, Osvaldo Reyes, Carmen Cereceda, Julio Escámez, Pedro Lobo, Orlando Silva y Solón Romero), influenciados por el portentoso David Alfaro Siqueiros, hoy injustamente encarcelado en México, organizaron el grupo de «nuevos humanistas». A su retorno, Solón fundó la agrupación «Anteo» con los hermanos Imaná Garrón, Lorgio Vaca y otros jóvenes  valores. En la Universidad de Chuquisaca pintó dos murales y además en la Escuela Nacional de Maestros y el Colegio Junín. En la Paz trabajó varios años en las oficinas principales de YPFB, en el Casino de Oficiales de las FF.AA. de El Alto y en la residencia particular del Dr. Guillermo Jauregui Guachalla, actual Ministro de Salud Pública. Ilustró el Libro de Viaje a la China Popular, “El Gigante Despierto», y la novela histórica referente a la masacre de mineros en Catavi en 1942, «El Precio del Estaño». Otros libros llevan portadas suyas. En 1961 el Gobierno le confirió el Gran Premio Nacional de Arte.

Tengo planeado realizar una gira por el interior de la República –expresa-, Oruro, Potosí, Sucre, Cochabamba y La Paz, para dictar un ciclo de cinco conferencias enfocada en el arte de los diferentes países que visité y exhibiendo los dispositivos de todas sus galerías.

Yo le ofrezco el auspicio del Departamento de Cultura de la Universidad Técnica de Oruro y la colaboración de los pintores y escritores. Solón Romero sonríe y acepta gustoso.

Aun se ve, retratado en el rostro del pintor, las emociones que ha vivido en su largo viaje al Extremo Oriente y no deja un instante de referirse a sus maravillosas experiencias:

—¡Qué impresiones más grandes para un artista! Llegar al aeropuerto con una maleta, dormir en el hotel y al día siguiente temprano abrir las ventanas y encontrarse con una cantidad de cuervos que, graznando, entran a visitarlo…  Observar a los artesanos planchando camisas y ternos con los pies… O simplemente ver en las calles a gente que se está muriendo de hambre. ¡Sí, señor, muriendo de hambre!.

Le interrumpo para conocer la mayor impresión recibida en su viaje como artista pictórico. Y él piensa largamente y dice:

—Quizá, Kyoto. ¡Son tantas las impresiones! En Kyoto se encuentran los famosos templos que conservan pintura mural, especialmente en Horyuji, que se cree data del año 607. Y frescos sobre grueso aplanado de cal.

—¿Están conservados en buen estado?

—Sí, cómo no. El mayor vínculo que tuve fue precisamente con los conservadores y restauradores de pintura mural. Uno de los maestros principales es Ñakañihua. Ñakañihua me explicó los procedimientos que siguen los japoneses para la conservación de los murales por siglos.

Y a propósito del novelista Blasco Ibáñez, que escribió sobre el Japón, («paraíso de los maridos», en contraposición de los Estados Unidos, «paraíso de las mujeres«), calificandolo como el país de los 25 siglos de vida, de la pequeñez graciosa, de las casitas de madera y papel que parecen juguetes, de los paisajes creados para muñecas y de la tradición orgullosa que no quiere desaparecer, le preguntó a Walter Solón sobre su enigmática capital:

Visite Tokio, Osaka y Nara –responde-. En Tokio tuve contacto con todos los artistas plásticos y asociaciones de pintores. Dicte seis conferencias sobre el arte plástico boliviano y realice una exposición. Una sorpresa grata para mí fue encontrar una revista especializada de arte que informaba de la técnica que yo empleo en el grabado, o sea él grabado sobre cemento. Mira…

Extiende la revista escrita en el inentendible idioma japonés y observó los grabados tan populares de Solón, como los dos niños embarcados en el «cochecito sin motor». El único dato de la revista, para nosotros, está en su última página: MI ZUE revista mensual de bellas artes.

De Japón a Hong Kong puedo decir que es el paso de dos mundos. En Hong Kong se ha perdido la tradición oriental.

Y nuestra charla llega a la India. Y Solón que estuvo en Nueva Delhi, Calcuta, Lakaw, Nepal, Madras, Ahmedabad, Bombay, Barada, Gujarat, Aurengabad, Ajanta Matura, Udaipur, Jaunpur y Goa, afirma que la India es un país exótico.

Nosotros estamos acostumbrados a las palomas y los pájaros, que son parte de nuestra inspiración, pero en la India se ven cuervos por doquier. Una soledad espantosa domina; soledad de poderosa fuerza expresiva. Y cosa rara, terminamos acostumbrándonos. Las grutas de Ajanta son inolvidables: su pintura mural, sus frescos. Algún día haré una comparación entre la pintura de Ajanta de la India con la de Dunhuang de China, desde el punto de vista técnico. Son tan antiguos que fueron conocidos dos siglos antes de nuestra era.

—¿Y las tumbas de las momias?

Taj Mahal es una tumba hecha de mármol blanco con incrustaciones de piedras preciosas. En Agra se encuentra esta tumba, rodeada de un jardín, donde se guardan las cenizas de los esposos amorosos Arjumand Banu y Shah Jahan. Hay turistas que viajan a Agra sólo para ver la tumba de Taj Mahal. Y Kanarak y  Khajuraho son templos de una grandiosidad fabulosa en cuanto a la talla directa en piedra y con una sensualidad que espanta.

—¿Qué tal los pintores?

Los pintores son iguales en todo el mundo: abiertos, comprensivos, amplios, sensibles. Lo que resalta en la personalidad de los pintores de la India es su cordialidad y su amistad. Hablan catorce lenguas y más el inglés. En Calcuta hablan el bengalí y en Madras el tamarati. Aunque hay esa barrera del idioma, al final uno concluye comunicándose. Tienen una organización muy importante que es la AIFACS donde se encuentran agrupados todos los pintores indios.

—¿Expusiste?

Si, en Bombay, Nueva Delhi y Madras. También dicte varias charlas ilustradas con diapositivas de la pintura boliviana, por supuesto presentando lo más calificado que tiene nuestra patria. Y también sostuve mesas redondas.

—¿En la India hay pintores abstractos?

Si, y como una gran corriente. El pintor abstracto más representativo es Vasudeo S. Gaitonde. Y frente a los abstractos están los tradicionalistas, digamos de tipo decorativista. Y mi presencia en la India, por ser el primer pintor boliviano que los visitaba, suscitó mucho revuelo entre todos esos pintores.

—¿Y tú cómo te sentías?

Por supuesto, muy bien, porque esta gira sirvió para hacer conocer la cultura boliviana en las artes plásticas.

—¿Y qué es lo que más llama la atención de ese mundo que tú lo calificas de exótico?

La danza. Por ejemplo el Kathakali indio que dura tres horas. Lo mismo acontece con el Kabuki, que es el teatro tradicional del Japón, donde todos los personajes son hombres. También podemos decir lo mismo del Bunraku, un original teatro de títeres. Imagínate, un títere del tamaño de un hombre, manejado por tres personas que se ven en escena, dos de ellos cubiertos por capuchas. Uno no sabe si ver a los títeres o a los titiriteros públicos. Pero, al final, en el calor de la escena, recién puede uno captarlos. Resulta desconcertante al principio y estupendo al final.

—Yo vi una fotografía donde se te ve muy orondo cabalgando en un camello…

Ah, Egipto -dice sonriendo-. Esa fotografía fue tomada camino a occidente. En Egipto me gustaron muchísimo las pirámides y la esfinge que tienen un embrujo especial, es todo un impacto. Lo mejor de Egipto creo que es su Museo del Cairo que nos da una idea, general de la cultura egipcia. Y estoy pensando que la cultura mundial se la podía enfocar tomando el curso de los ríos. Digo por los que he conocido. Alrededor de los ríos Amarillo, Ganges, Nilo y Sena se han formado culturas muy bien tipificadas…

—¿Y tus impresiones del Cairo?

Khan El Khalili es el barrio más típico del Cairo, cuyo contacto le muestra el viejo Egipto, donde se desarrollan todas las artes populares. ¡Ah, me olvidaba decirte que a medida que iba viajando pintaba!… Visité también el Luxor, la antigua capital egipcia, y llegué hasta el Valle de los Reyes donde se encuentra la famosa tumba de Tutankamón. En el Museo del Cairo está el tesoro, pero lo que no pudieron trasladar fue la momia de Tutankamón, que se encuentra en el Valle. Es la única momia que se encuentra en su tumba.

—¿Conociste esa obra grandiosa que se está ejecutando en Assuan?

La represa!

—Si.

Cuando esté concluida esa extraordinaria obra de ingeniería ha de anegar toda Nubia, donde se hallan los tesoros del Alto Egipto, como Abu-Simbel, el templo de Nefertari, etc. Pero, lo maravilloso está en que no han descuidado su conservación y en este instante están trabajando ingenieros y artistas. Elevando los templos a la altura del nuevo nivel que tomará el río…

—¿Y qué dices de Jordania?

Me encontré allí con Juanito Abujder. ¿Le conoces? Era un condiscípulo mío en la escuela. Pues con Juanito paseamos todo Jerusalén, el Mar Muerto, el Jordán, Jericó, Belén, etc.

—¿Qué te pareció el Mar Muerto? -le interrumpo.

Hace honor a su nombre –responde-. Es un agua pesada, sin peces, sin gaviotas, sin seres vivos, parece un mar de aceite…

—Sigue.

Y bueno, gusté mucho del templo de Salomón, del Santo Sepulcro y la Muralla. El Gólgota había estado fuera de Jerusalén. Lo que impresiona sinceramente es la infinidad de sectas: coptos, armenios, católicos, ortodoxos, etc., que tienen un lugar en el Santo Sepulcro y no falta, como no podía ser de otra manera, la anecdótica musulmana que es la que tiene la llave del templo…

En Jerusalén se ve la fe en un pequeño templo o en una pequeña estación del Vía Crucis. Y en Roma la magnificencia de la fe. ¡Hay que ver ese templo de San Pedro! Yo me he solazado con mis maestros predilectos, los prerrenacentistas como Cosimo Tura y Masaccio. Los he visto en Florencia, Padua, Ferrara, Venecia y Nápoles.

—¿Y qué dices de Francia?

En París me encontré con los viejos amigos bolivianos, el pintor potosino Rubinic de Vela, que ya hace treinta y seis años que se encuentra en esa capital europea, viajó a los 16 años y sigue trabajando. Luego estuve con Mario Eloy Vargas, que está cuatro años, César Terrazas y José Ostria Garron. Y en Madrid, con Jorge Barriga.

Título original: Encuentro con Walter Solón Romero