Por Pablo Solón, 2021
Solón ha hecho varios murales sobre la memoria histórica referidos al petróleo, la educación, la aviación, la salud entre otros, pero nunca uno que se proponga reflejar el conjunto de la temática histórica desde el punto de vista de los movimientos sociales. El objetivo del Retrato de un Pueblo es su propio título: condensar en imágenes el conjunto de la memoria social desde el pasado milenario hasta el futuro incierto. En este sentido podemos decir que este mural es una expresión de todo lo que ha visto la Piedra, que según Solón, es el símbolo de la memoria del inconsciente colectivo del pueblo.
Solón dedicó mucho tiempo a esta obra desde todas sus dimensiones. La lectura, investigación y recolección de imágenes, como las de las masacres de Tolata y Epizana que se encuentran en una esquina, fueron una tarea permanente durante los casi tres años de alumbramiento de este mural.

Solón analizó todas las ubicaciones desde donde se podía ver el mural, y construyó una composición en función a los puntos de observación. En eso invirtió mucho tiempo… con un agravante: él no pintó el mural en el lugar donde hoy se encuentra, sino en paneles transportables. Primero trabajó en su taller en la avenida Ecuador, después en la Facultad de Arquitectura, y por último en el recinto donde se encuentra. El 80% de este mural lo pintó afuera del Salón de Honor UMSA. Lo pinto a pedazos en ambientes que no tenían las dimensiones ni la proporción del lugar donde sería colocado de manera definitiva. Por eso él dedicó mucho tiempo a estudiar cómo se iba a ver, a construir una maqueta, a calcular los puntos de visión para que el mural funcionará como un todo y no como una colección de imágenes.

La única pared que pintó directamente sobre el muro es aquella que está arriba de las ventanas. En este fragmento encontramos a los principales intelectuales que aportaron al desarrollo del conocimiento y la educación. En este friso, Solón quiso dejar una lección de dibujo, por eso no le pone color, es sólo línea. Su tesis es: la pintura sirve para cubrir la falta de dominio del dibujo en el artista y al buen artista se lo conoce cuando se ve su dibujo a secas, sin pintura, sin sombreado, sólo trazo. Solón quiso dejar un homenaje al dibujo en esta parte del mural que para la gran mayoría pasa en general desapercibida.
En el mural encontramos algunas imágenes pintadas con una línea de color rojo fosforescente. Su objetivo era ver como lograba darle cierto grado de tridimensionalidad a las imágenes a través de este trazo. Si uno mira el mural, vera que esas figuras con líneas chillonas, lejos de ir contra de la plástica del mural, sacan hacia afuera esas imágenes. Su obsesión era cómo conquistar la tercera dimensión en un mural. El decía que en el mural se puede lograr una visibilidad de tres dimensiones, aunque estén pintados sólo sobre una pared bidimensional, gracias a una composición adecuada que permita observar ciertos elementos a 4 metros de distancia y otros a 10 metros de distancia. En ese sentido el muralismo puede aproximarnos a la tercera dimensión.

Él nunca quiso responder a la pregunta de si esta era su mejor obra. Al igual que Miguel Ángel, decía que su obra más importante era la que iba a pintar, y añadía “a un padre no le pueden preguntar cuál es su hijo preferido”.
Solón terminó de pintar este mural en un momento de retroceso de los movimientos sociales, cuando la relocalización minera y la derrota de la marcha por la vida. La parte final del mural refleja ese momento.
Uno de los más grandes desafíos de Solón fue pintar el futuro. Es un final abierto cargado de símbolos que se prestan a diferentes lecturas. Para mencionar sólo dos, una estatua sin rostro que sostiene una máscara, y por otro lado un hombre envejecido por el tiempo que reflexiona sobre este retrato inconcluso.