Walter Solón Romero, Problemas Estéticos, La Tarde, 1953
La subjetividad del arte en la educación, no es objeto para considerarlo dentro de los demás sectores de la cultura es un producto humano y como tal, sujeto a las épocas por las que atraviesa la humanidad. Está estrechamente vinculada con los fenómenos sociales y políticos, científicos y técnicos. Su función es compleja, claro está, pero su importancia es innegable porque contribuye a la comprensión del presente y a la formación de futuro; hasta se podría afirmar que contribuye al mejoramiento de la conducta humana.

La cultura física, que ha merecido una sistemática atención por parte del Estado, es un bien ganado para un pueblo como el nuestro en lucha constante por su porvenir. Pero ¿y los valores del espíritu, el goce interior de la belleza, la creación humana, no son factores que complementarían ésta labor de integración nacional? Esta tarea de cultura artística como impulso espiritual, quizá no requiera igual sistematismo, pero ensayaría una fusión entre sensibilidad y la materia de positivos resultados ulteriores.
Cabría pensar que las expresiones del espíritu, son privilegio exclusivo de reducidos grupos denominados cultos, si admitimos que la función del Arte, en la formación del hombre, es solo un factor de cultura general, pero nos encontramos frente a un problema de mayorías y éstas no pueden estar al margen de los goces espirituales.
La cultura, cuyo complejo contenido no es solo ciencia y técnica, economía y política; es también arte; y aquella, muchas veces no se explica sin esta expresión que casi siempre caracteriza una época en su forma objetiva. Bástenos observar una pirámide o un frizo en la cultura Egipcia para comprender su organización social, su moral, su técnica, etc.
Las revoluciones bien encauzadas, traen como resultado expresiones definidas en las diferentes manifestaciones del pueblo, nos los demuestra Méjico, exponente indiscutible de las Artes Plásticas contemporáneas, en cuya revolución no se descuidaron, sin duda los brotes emergentes de una cultura tradicional en potencia. De ahí que los resultados de su revolución en aspecto artístico; sean más positivos que los de aquellas de mayor envergadura en el viejo mundo.
Nuestra tradición precolombina, rica en expresiones plásticas, nos da un ejemplo de la vigorosa raigambre expresivo en nuestra tierra. Pero si la vida nacional adquiere caracteres propios en lo político y en lo social, después de la colonia; iniciada ya la república, el arte en sus más diversas manifestaciones, sufre un estancamiento definitivo. Esto quizá se debió al abandono del potencial artístico; al menosprecio por las actividades del espíritu o la relegación a un último plano por la urgente preocupación por problemas políticos que sustentarían esta patria nueva. Sean estos u otros los motivos esta situación se fue acentuando al correr los años y al presente nos encontramos como a los comienzos de la república.
En la actualidad, las nuevas condiciones materiales y espirituales por las que atraviesa la nación, y considerando los problemas de divulgación y popularización del acervo artístico en el desarrollo cultural del problema, es de urgencia que los poderes del estado, que en su afán de superación trabajan por la consolidación de los principios básicos de la presente hora, confronten el valor formativo de las creaciones del espíritu en el corazón del pueblo. Es irrebatible que el desconocimiento de las manifestaciones artísticas en todos sus géneros obstruye el desarrollo cultural, provocando unas veces el alejamiento colectivo y la relajación emocional de los principios individuales.
Sin desconocer en ningún momento la urgente resolución de los problemas económicos fundamentales que preocupan a la nación es de sugerir con cierto optimismo; que paralelamente se aboque a los problemas de la apreciación y revalorización del arte. En la educación debería convertirse en un elemento de profundo valor formativo, como uno de los sectores de la cultura de primer orden y no relegado a un último plano. Basta sólo observar el gran vacío de los resultados alcanzados por la asignatura denominada Dibujo, en el largo proceso de nuestra educación, para admitir la falta de vida y sentido humano que se ha dado a esta materia. Se ha especulado en ella solo la parte menos relacionada con el espíritu. ¿Quién no recuerda haber dibujado en la escuela y en el colegio un cacharro, una flor o un vaso? Quizá se pretendía crear hábitos o aptitudes ausentes de todo conocimiento, se ha prescindido de los factores fundamentales y de su relación inmediata con el arte. El valor espiritual como una finalidad formativa, ha sido desestimado; aun más, está asignatura ha permanecido sin ninguna correlación con las demás materias. En nuestros colegios las consecuencias negativas, no escapan a la seriedad de un análisis detenido.
Los institutos formadores de maestros deberían propender a esta tarea de revalorización, ampliando las limitadas posibilidades que se da a esta asignatura, dentro del frío y sistemático profesionalismo que promueven maestros carentes en absoluto de sensibilidad y emoción. En nuestros colegios de finalidad formativa la educación artística debe contribuir en parte a esta tarea.
La tarea de las artes plásticas en las Escuelas de Bellas Artes, desorientadas y desvinculadas de la realidad, debe ser objeto de una reorganización total. Poseemos elementos capaces y una rica tradición de espíritu pero se carece del material necesario para un mejor rendimiento. El artista plástico no está favorecido para la plena realización de su obra, el problema económico le obliga a ocuparse en actividades ajenas a su oficio; se debate huérfano de todo estímulo sin ninguna oportunidad de trabajo.
Muchas naciones del continente en su afán de contribuir a la cultura y difundir la suya, han emprendido esta tarea de difusión y acercamiento.
Por otra parte, así como los clubes deportivos y demás entidades físicas, puedan intercambiarse dentro y fuera del país; los artistas, los creadores del espíritu, deberían gozar si quiera de las mínimas posibilidades materiales para intercambiar sus ideas y exponer sus creaciones, conociendo los centros culturales más adelantados de otros países y la realidad histórica, geográfica y social del nuestro, en sus diferentes distritos para fundamentar la verdadera tradición artística boliviana.
Hablando al sentimiento y la emoción de los hombres fuente inagotable de grandes sacrificios y de grandes esperanzas, es como se contribuye a la enseñanza y felicidad del pueblo.