Gunnar Mendoza L. El Diario, Julio 25, 1952

Los dos nuevos murales que Solón Romero ha pintado para la Universidad de San Francisco Xavier se encuentran sobre las paredes de la testera y del fondo en el salón de honor de dicha Casa de Estudios.

El primero representa a la trilogía exponente de la generación revolucionaria de 1809: Mariano Moreno con Jaime Zudañez y Bernardo Monteagudo a su derecha sobre un fondo de claustros universitarios, y, en torno, grupos alusivos a los principios e ideales que inspiraron aquella revolución. La tragedia del hombre víctima del hombre, sintetizadas en los mitayos que se  asoman sobre el subsuelo sombrío y abismal (panel del rincón izquierdo) y transmiten el sino del minero al hombre de hoy, que no obstante, ya esta de pie. Sobre la puerta derecha una sugerencia al trabajo, que puede hacer triunfar la sementera sobre el erial -el maíz sobre puesto al cardo-. En el primer plano central una madre, la madre tierra, fuente inspiradora y nutrición de las generaciones jóvenes, y el indio (en alusión local) que gana para la patria frutos mas gratos y perennes que los metales.

El mural del fondo alude a otro paso crítico de la generación de 1809: el doctor chuquisaqueño Manuel Rodriguez de Quiroga a la cabeza del pueblo armado en el levantamiento de agosto de 1809 en Quito. Sobre la puerta derecha la misería y el hambre, causa eficiente de toda rebelión. Sobre la puerta izquierda la mujer siempre presente en toda epopeya de liberta. En primer plano figuras del pueblo, alma y carne de la revolución, que ya no puede esperar sino para su posteridad el logro de los postulados que lo impulsaron a la lucha. En el panel del rincon derecho la presión contra la cultura. En el del rincón izquierdo los ideales de perfección, de igualdad y de defensa con que se labrará y resguardará la grandeza de la patria.

Como se ve, estos murales, con el anterior pintado en el despacho de la Rectoría, constituyen un ciclo cuyo tema se centraliza en la glosa de la revolución anti-colonial de 1809 (cuyo proceso ideológico madura en esta Universidad), a sus antecedentes y a sus resonancias futuras.

Solón Romero marcha con firmeza hacia la posesión plena de los recursos técnicos como muralista; en este sentido sus dos nuevos murales revelan ante todo seguridad y precisión. Adviértase la inteligente resolución del problema planteado por la calidad discontinua de las superficies.   Con respecto al estilo de este artista, creemos percibir en él una mitigación formal en un sentido de sobriedad que, paradójicamente, bien pudiera conducir al enriquecimiento de la expresión plástica.

Nos permitiremos una acotación al sentido conceptual de este ciclo mural. La valoración histórica de la Colonia ha recorrido un trecho respetable desde la postura ingenua y a la vez maliciosa con que la propaganda revolucionaria republicana  encaró, por razones harto comprensibles, a tan fundamental periodo de nuestro pasado.  Pero, como es obvio, seria un error buscar historia en estas obras de arte.  Como tales, son ante todo metáforas: metáforas que, en este caso quieren sugerir una síntesis de las tres dimensiones -ayer, hoy, mañana- de nuestro ser temporal y racional, sobre el fondo común de la crisis revolucionaria de 1809.

Pero, por lo mismo, sería aún más erróneo mal entender doctrinalmente los murales de Solón Romero. Bien vista, aquella síntesis temporal y local antes nombrada, acaba por resolverse en una sola y última conclusión ultra-temporal y ultra-local: la lucha entre libertad y opresión, cultura  e ignorancia, dignidad e ignominia, que ningún tiempo, ninguna nación ningún hombre, pueden como cosa propia y exclusiva, reclamar.

Título original: Los últimos murales de Walter Solón Romero