Gus Omar Garces, El Diario, diciembre de 1946

En el Salón de Exposiciones de la Alcaldía Municipal lucen desde hacen algunos días, los cuadros de un joven pintor desconocidos aun en nuestro medio. Se trata de Walter Solón Romero joven pintor sucrense. Témperas óleos y acuarelas intercalan en un derroche de motivos nacionales.

Hasta hoy la pintura Americana ha tomado al hombre autóctono solamente como elemento del paisaje, en la plástica se han identificado el uno con el otro, de ahí la estaticidad, la falta de movimiento en la pintura boliviana.

Sin embargo, el surrealismo puede operar en forma distinta y traslucir en brotes exteriores toda la introvertida psicología de nuestro indio.

Es cierto que en nuestro medio aun no cabe esta nueva tendencia, por falta de educación estética y filosófica para el efecto o en caso contrario gracias a nuestra raigambre conservadora. Sin embargo, nuestra gente joven, aquella que hace sus primeras armas en las disciplinas estéticas o culturales está adaptándose a la nueva corriente (nueva en Bolivia) y sin duda logra ya algunos resultados.

La prueba de esto la tenemos en Walter Solon que lejos de imitar inescrupulosamente, ha recibido la influencia surrealista y con ella ha creado su personalidad original desde todo punto de vista,

¿Han meditado alguna vez los estetas sobre si es Bolivia un país surrealista? No. Pues si analizáramos el contenido mismo de la vida interior y exterior tal vez afirmaríamos. Pero esas disquisiciones están fuera del lugar.

Técnicamente, Solón Romero maneja con suma habilidad la témpera y sobre todo gusta más en este sentido. Su leve influencia de Dalí hace que el artista invente contorsiones dolorosas en medio de una anatomía deformada y un concepto freudiano de la captación.

Sin duda las manifestaciones del arte moderno son freudianas.

El paisaje exterior le impresiona menos, de ahí el resultado de sus acuarelas: poseen menos fuerza, impresionan menos y aún técnicamente son inferiores a las témperas y óleos.

En óleos se presenta con las modalidades de una pintura no nueva en nuestro medio. Verdad que todo lo presentado en la exposición guarda visos de una muestra no definitiva sino al contrario, de un periodo de fluctuación decisivo para el crecimiento natural de su vida espiritual y por ende de su pintura.

Muestra también algunas tallas y un álbum que lo denomina Psiquis y que sin duda después de algunas témperas es lo mejor de la exposición. Un álbum lleno de interpretaciones subconscientes del medio exterior unas veces y de paisajes interiores otras.

Ahí nos damos cuenta como un cactus y una estalactita son elementos surrealistas en el paisaje boliviano y la verdad de su interpretación en este aspecto.

En suma la muestra pictórica que nos ofrece Solon es del todo plausible y nuestra iniciativa es que, una vez por todas las autoridades gubernamentales prohíjen esta clase de inquietudes con la preferencia que merecen y dejen de una vez de conceder becas y ayudas económicas a quienes las consiguen gracias al detestable procedimiento de las influencias.

En Walter Solon Romero hay un artista de grandes cualidades creativas que lo posibilitan en breve para hacer una magnífica obra en provecho de las artes plásticas de Bolivia.