La estaba pasando muy mal en La Paz, entonces me acordé del ofrecimiento de Don Cecilio Guzmán de Rojas y fui a buscarle:
– “¿Se acuerda de mí, Don Cecilio?”
– “Ah sí, tú eres el de Sucre, evidentemente”.
– “Esta es mi situación… yo quiero estudiar”.
-“Ah, pero magnífico. Ve inmediatamente a la escuela y presentante”.
Me inscribí. Parece que ese año cada departamento tenía una beca. De Oruro estaba Moscoso, es un pintor que aún vive, por Tarija Oscar Alandia Pandoja, el hermano de Miguel Alandia. Fuimos compañeros porque éramos los menores, los más chicos.
Cecilio Guzmán de Rojas era un hombre bastante inteligente. Él era profesor de pintura, y Marina Núñez del Prado de escultura. A veces era muy indisciplinado. Cuando era la clase de pintura, quería esculpir o grabar. Cierta vez, me encontraba haciendo una escultura en la clase de pintura. Sorpresivamente llegó Don Cecilio y yo inmediatamente cubrí la escultura. Él me dijo: “si tú quieres hacer en este momento escultura, has escultura, deja la pintura, eso a mí no me incomoda”. Ese gesto a mí me pareció de una pedagogía estupenda.
En cierta medida con la garantía de la beca yo me quedé más tiempo en La Paz. Pero no me pagaban. El ofrecimiento de la beca solo sirvió para prolongar la agonía en la que vivía. A los dos meses, fui donde Don Cecilio y le dije: “No puedo más. Soy becado, pero me voy a morir de hambre. No tengo dinero para comer, ni tampoco donde dormir”.
Don Cecilio piensa…, era un hombre muy humano, y me dijo: “Mira no te preocupes. Lo arreglamos en este momento”. Llama al portero de la Escuela de Bellas Artes que funcionaba en la Plaza Roma y le dice: “Federico, este alumno, Walter Solón Romero, va a vivir acá, así que dale, para que duerma, el cuartito donde guardan los trastos para la pintura”.
Yo ya no tenía cama, no tenía colchón, pero dormía ahí donde posa la modelo. También me dio una tarjeta para que consiguiera pensión donde un japonés en la calle comercio. Una tarjeta de Don Cecilio y más aún, la certificación de que yo era becario, hizo que me den la comida. Mi situación mejoró un poco y me sentí más cómodo para seguir trabajando, hasta qué pagaron la beca! De la noche a la mañana yo resulté con una cantidad enorme de dinero. La beca no era mucha, pero recibir diez meses en uno solo. Yo me sentía millonario. Comencé a pagar mis deudas.
Me quedé en La Paz con muchas expectativas. Mi situación a pesar de todo no era buena. Estuve ese año, acabé mis estudios y volví a Sucre. Todos pensaban que regresaría a La Paz, para seguir con los cursos en la Escuela de Bellas Artes, pero no fue así.